a) El piadoso ejercicio debe ser cumplido ante las estaciones del Vía Crucis, legítimamente erigidas.
b) Es necesario desplazarse de una estación a la otra. Si el piadoso ejercicio se cumple públicamente y el movimiento de todos los presentes no puede hacerse con orden, es suficiente con que se mueva de una estación a la otra quien dirige el pío ejercicio, mientras los otros quedan en su sitio.
c) Los “impedidos” podrán alcanzar la misma indulgencia dedicando al menos media hora a piadosas lecturas y meditaciones de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
Muy importante no olvidar: Orar por las intenciones del Papa (un Padre Nuestro y Ave Maria).
"ENCHIRIDION INDULGENTIARUM" - CLIC AQUI (de S.S. Pablo VI, Vaticano-Latín)
CLIC AQUI: EL DON DE LA INDULGENCIA (Vaticano-Español)
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
1) PRIMERA ESTACION: Jesús condenado a muerte.
Está el inicuo juez sentado en el tribunal y a sus pies el Hijo de Dios, Juez de vivos y muertos, lleno de confusión, las manos atadas como un facineroso oyendo la más ignominiosa sentencia.
Oh Jesús mío querido, tú, autor de la vida condenado a muerte; tú, la Inocencia y Santidad Infinitas condenado a morir en un infame patíbulo, como el más infame malhechor ¡Qué amor tan grande el tuyo, y que ingratitud tan enorme la mía, pues te condeno de nuevo cada día! ¿y porqué? por seguir una mala inclinación, por un mezquino interés, por un “qué dirán”.
Perdóname Jesús mío, y por esa inicua sentencia no permitas que sea yo un día condenado a la muerte eterna que merecían mis pecados.
PADRE NUESTRO.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
2) SEGUNDA ESTACION: Sale Jesús con la Cruz a cuestas.
Y quieres inocente Jesús mío llevar tu mismo cual otro Isaac el instrumento del suplicio. Estás exhausto de fuerzas, tus espaldas y hombros están doloridos y rasgados por los azotes; la Cruz es larga y pesada, y cuánto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo.
Sin embargo la aceptas y besándola la abrazas y llevas decididamente por mi amor; y tú, pecador ¿aborrecerás la ligera cruz que dios te envía? ¿querrás tú, ir al Cielo por los deleites y regalos, yendo allá el Inocentísimo Jesús por el dramático camino de la Cruz?
Reconozco mi engaño, Salvador mío; envíame penas y tribulaciones, que resuelto estoy a sufrirlas con resignación y alegría por amor de un Dios que tanto padeció por mí.
AVE MARIA.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
3) TERCERA ESTACION: Jesús cae la primera vez.
No es extraño Jesús mío, que sucumbas rendido al enorme peso de la Cruz. Lo que me pasma y sin duda hace llorar hasta a los Ángeles del Cielo, es la bárbara fiereza con que te tratan esos sayones humanos.
Si cae un animal se le tiene compasión; lo ayudan a levantarse. Pero cae el Rey de Cielos y Tierra, el que sostiene la admirable fábrica del Universo, y lejos de moverse a compasión, le insultan con horribles blasfemias, le maltratan y acosan con diabólico furor... ¿Y qué hacías, en qué pensabas entonces, oh Señor? En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría; tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles, y Yo, para liberarte de ellos, he querido pasar por este espantoso suplicio. ¿No estás todavía satisfecho? ¿Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas? Aquí me tienes; descarga tú también duros golpes sobre Mí ¡No, Jesús mío no, antes morir que volver a ofenderte!
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
4) CUARTA ESTACION: Jesús encuentra a su Madre.
¿Qué sentiste, oh angustiada Señora, al ver aquel trágico espectáculo? El pregonero publicando con lúgubre trompeta la sentencia fatal. Una multitud inmensa que se agrupa, profiriendo injurias y blasfemias contra Jesús. Los soldados y sayones en dos filas, y Jesús en medio de dos malhechores. ¿Lo conoces, oh Madre amantísima? ¿Es ése tu hijo bendito? ¿Es ese el más hermoso de los hijos de los hombres, la beldad de los Cielos y la alegría de los Ángeles? ¿Aquel hijo de Dios que con tanto regocijo diste a luz en Belén? ¿Dónde están ahora los Reyes y Pastores que entonces lo adoraban? ¿Qué se han hecho los Ángeles del Cielo que entonaban himnos de alabanza? ¡Qué cambiado está! Sus ojos inundados de lágrimas y Sangre, coronada de espinas su cabeza; todo Él hecho una llaga. ¡Oh María, afligida entre todas las mujeres! ¡Oh Madre, la más desolada de todas las madres! ¡Oh Hijo, maltratado sobre todos los hijos de Adán! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! Perdonad a este ingrato, a este pecador, causa de tanta amargura.
PADRE NUESTRO.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
5) QUINTA ESTACION: Jesús ayudado por el Cirineo.
Temiendo los judíos no se les muriese Jesús antes de llagar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tienen de Crucificarle, buscan quien le ayude a llevar la Cruz, y no le encuentran. Había entonces en Jerusalén tantos millares de hombres, y sólo Simón Cireneo acepta este favor, y aún por la fuerza. ¿Y así te desamparan, Jesús mío? ¿No fueron cinco mil los hombres que alimentaste con cinco panes en el desierto? ¿No son innumerables los ciegos, paralíticos y enfermos que sanaste? ¡y nadie quiere llevar tu Cruz! ¡Ni siquiera tus Apóstoles, ni Pedro! ¡y ella, no obstante, nos predica la latitud de tu Misericordia, la longitud de tu Poder y la profundidad de tu Sabiduría Infinita! ¡Qué misterio incomprensible! Muchos admiran tus prodigios y tu doctrina, mas pocos gustan de padecer contigo. Teman, pues, los que eluden la cruz, oyendo a Cristo que dice: El que no carga su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser mi discípulo.
AVE MARIA.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
6) SEXTA ESTACION: Verónica enjuga el rostro de Jesús.
¡Qué valor el de esta piadosa mujer! Ve aquel rostro divino a quien desean contemplar los Ángeles, cubierto de polvo, afeado con saliva, denegrido con sangre; y movida a compasión, se quita la toca, atropella por todo y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado ¡Cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos, que por vano temor del qué dirán, no se atreven a obrar bien! Dichosa Verónica, y ¡cómo premia el Señor tu denuedo, dejando su rostro Santísimo estampado en esa afortunada toca!
¿Quieres tú, cristiano, que Dios imprima en tu alma una perfecta imagen de sus virtudes? Pisotea generoso el respeto humano, como la Verónica; haz con fervor, haz a menudo el Vía Crucis y no dudes que Jesús grabará en tu alma un fiel traslado de sus virtudes, y viéndote el Eterno Padre semejante al Divino Modelo de predestinados, te admitirá en el Cielo.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
7) SEPTIMA ESTACION: Jesús cae la segunda vez.
Cae el Señor por segunda vez bajo la Cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús. Parece que el Infierno desahoga contra Él todo su furor. Mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera contradicción abandonamos el camino de la virtud? No; bien podrán decirle: Si eres Hijo de Dios baja de la Cruz, deja la Cruz; pero por lo mismo que lo es, allí permanecerá, a ella se aferrará hasta morir. ¿Cuándo, Señor, imitaré tu heroica constancia? No siendo coronado sino el que combatiendo legítimamente perseverare hasta el fin, ¿de qué me servirá abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algunos días? Cueste, pues, lo que costare, quiero, con tu Divina Gracia, amarte y servirte hasta morir.
PADRE NUESTRO.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
8) OCTAVA ESTACION: Jesús consuela a las santas mujeres.
¡Qué caridad tan ardiente! Olvidando sus atrocísimos dolores, Jesús se acuerda tan sólo de nuestras penas. “Hijas de Jerusalén”, dice a las piadosas mujeres que le seguían llorando, “no lloréis mi suerte, llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos”. Pero, ¿puede haber objeto más digno de llanto, que la Pasión y muerte del Hijo de Dios?
Si, cristiano, hay cosa más digna de lágrimas, y de lágrimas eternas; y es el pecado. Pues el pecado es la única causa de la Pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el colmo de todos los males; mal terrible, el único mal ¿y no obstante tú pecas con tanta facilidad, y recaes tan a menudo en el pecado?
¡Y pasas tranquilo días, meses, años y hasta la vida entera, sino en el pecado, al menos en la tibieza y en la mediocridad!
AVE MARIA.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
9) NOVENA ESTACION: Jesús cae la tercera vez.
¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Tú, resplandor de la Gloria del Padre, consuelo de los mártires, hermosura y alegría del Cielo, Tú, caído en tierra: primera, segunda y tercera vez! ¿No eres Tú la fortaleza de Dios? ¿Y qué, hijo mío? ¿No has pecado tú más de una, dos o tres veces? ¿No recaes cada día innumerables veces en el pecado? ¿Por qué esa perpetua inconstancia en mi servicio?
Hoy formas generosos propósitos, y mañana están ya olvidados; ahora me entregas el corazón, y un instante después ya no suspiras sino por pasatiempos y liviandades. Yo caigo segunda y tercera vez para expiar tus continuas recaídas, caigo para alzarte a ti de la tibieza; caigo para que, temerario, no te expongas de nuevo al peligro de recaer en pecado; caigo, en fin, para que no caigas tú jamás en el abismo del Infierno.
Gracias, Dios mío, por tan inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dame fuerza, te lo suplico, para que me levante por fin de mi vida de pecado y camine firme y constante en tu santo servicio.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
10) DECIMA ESTACION: Jesús despojado de sus vestiduras.
Cuando te curan una herida, por fina que sea la venda que la envuelve, y por cuidado que tenga la más cariñosa madre, ¡qué dolor no sientes al despegarse la tela de la carne viva! ¿Cuál sería, pues, el tormento de Jesús al serle quitada la vestidura? Como había derramado tanta sangre, estaba pegada a su cuerpo llagado; vienen los verdugos y le arrancan con tanta fiereza, que llevan tras sí la corona, y hasta pedazos de carne que se le habían pegado.
¿Y en qué pensabas, purísimo Jesús, al verte desnudo delante de tanta muchedumbre? “En ti pensaba pecador; en los pecados impuros que cometes; por ellos ofrecía Yo al Eterno Padre esta confusión y suplicio tan atroz. Sabía cuanto te costaría deshacerte de aquel mal hábito, privarte de aquel placer, romper con aquella amistad peligrosa; por eso permití en mi cuerpo inocentísimo tan horrible carnicería”.
¡Oh inmensa caridad la tuya! ¡Oh negra ingratitud la mía! Nunca más, Señor, renovar esas llagas con mis pecados. Nunca más pecar.
PADRE NUESTRO.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
11) UNDECIMA ESTACION: Jesús clavado en la Cruz.
¿Quién de nosotros tendría el valor para sufrir que le atravesasen pies y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así atormentado a su mayor enemigo? Pues este atroz tormento padece Jesús por nuestro amor. Ya le tienden sobre el lecho del dolor; ya enclavan aquella mano omnipotente que había formado los Cielos y la Tierra; ya brota un raudal de Sangre. Mas esto es poco. Encogido el cuerpo con el frío y los tormentos, no llegaban ni las manos ni los pies a los agujeros hechos de antemano en la Cruz; lo atan, pues, con cordeles, y tiran con inhumana crueldad, desencajando de su lugar aquellos huesos santísimos ¡Qué dolor! ¡Qué tormento! Todo lo contempla su Madre amantísima. Ni un alivio, ni una gota de agua puede dar a su hijo ¡y vive todavía!
¿y no muero yo de dolor, siendo mis pecados la causa de tanto tomento?
AVE MARIA
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
12) DUODECIMA ESTACION: Jesús muere en la Cruz.
Contempla, cristiano, a esos dos malhechores crucificados con el Señor ¿Qué maldades no habría hecho el buen ladrón? Sin embargo dice a Jesús: “Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu Reino”. Al instante oye: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” ¡Qué bondad la de Dios! ¡Cuán pronto, pecador, recobrarías la Gracia y amistad divina si quisieses arrepentirte de veras!
Pero si dejas tu conversión para más adelante, tema que no te suceda lo que al mal ladrón. ¿Qué hombre tuvo jamás mejor ocasión para convertirse? Dios derramaba su Sangre por él, tenía a sus pies a la abogada de pecadores, María Santísima; a su lado estaba Jesucristo, el Sacerdote más celoso del mundo, para ayudarle a bien morir.
Oye la exhortación de su compañero, ve la naturaleza estremecida y, sin embargo, muere como ha vivido, continúa blasfemando, y se condena para siempre.
No permitas, Jesús mío, que, sordo a tus inspiraciones divinas, deje yo mi conversión para más adelante.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
13) DECIMOTERCERA ESTACION: Jesús muerto en brazos de su Madre.
¿A dónde iré, afligida Madre mía? Tu Hijo ha muerto, y mis pecados son los verdugos que le clavaron en Cruz y le dieron muerte inhumana. Soy yo quien ha apagado la luz de tus ojos, y acabado la alegría de tu corazón. Si, yo desfiguré ese rostro hermosísimo, yo taladré esos pies y manos que sostienen el firmamento, yo traspasé esta augusta cabeza, y abrí esas llagas, yo descoyunté y despedacé ese inocentísimo cuerpo que tienes en tus brazos. Reo de tan horrendo deicidio ¿A dónde iré? ¿Dónde me ocultaré? Pero por monstruosa que sea mi ingratitud, Tú eres mi Madre y yo soy tu hijo. Jesús acaba de traspasar en mí los derechos que tenía a tu amor. Me arrojo, pues, en tus brazos, con la más viva confianza. No me desprecies, suave refugio de pecadores arrepentidos, míranos con ojos de bondad, ampáranos ahora, y en el trance de la muerte.
PADRE NUESTRO.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
14) DECIMOCUARTA ESTACION: Jesús puesto en el sepulcro.
Contempla, cristiano, cómo José de Arimatea y Nicodemo, postrados a los pies de María, le piden el objeto de sus caricias, y ungiéndole con preciosos aromas le amortajan y ponen en un nuevo sepulcro de piedra ¡Cuál no sería el dolor de la Virgen! Sin duda “grande era como el mar su amargura” cuando vio a su hijo ensangrentado, clavado y expirado en un patíbulo infame; pero a lo menos le veía; tal ves lo abrazaba y lavaba con sus lágrimas. Más ahora, oh angustiada Señora, una losa te priva de este último consuelo ¡Oh sepulcro afortunado! Ya que encierras el adorado cuerpo del Hijo y el purísimo corazón de la Madre, guarda también con esas prendas riquísimas mi pobre corazón. Sea éste, Dios mío, el sepulcro donde descanses; sean los puros afectos de mi alma los lienzos que te envuelvan y los aromas que te recreen. En fin, muera yo al mundo, a sus pompas y vanidades, para que viviendo según el espíritu de Jesús, resucite y triunfe glorioso con El por siglos infinitos.
AVE MARIA.
¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Señor mío Jesucristo, que para redimir al mundo de la esclavitud del demonio, quisiste nacer entre nosotros mortal y pasible, ser circuncidado, reprobado de los judíos y entregado por Judas con ósculo sacrílego, ser preso, y como inocente cordero que llevan al matadero, ser presentado ignominiosamente en los tribunales de Anás, Caifás, Pilato y Herodes; ser acusado por testigos falsos, azotado crudelísimamente, coronado de espinas, herido con bofetadas, golpeado con una caña, escupido y cubierto de oprobios, despojado de tus vestidos, Crucificado, levantado en una Cruz entre dos ladrones, abrevado con hiel y herido con una lanza.
Por esas, tus amargas penas que yo, aunque indigno pecador voy meditando, y por tu Pasión y muerte ¡líbrame del pecado que me separa de ti!, y dígnate llevarme a donde llevaste a aquel dichoso ladrón que fue crucificado contigo, oh Jesús mío, que con el Padre y el Espíritu Santo, vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los Infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y la Vida Eterna. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
SL15-VIA CRUCIS BREVE.pdf
SL15-VIA CRUCIS BREVE.doc
SL15-VIA CRUCIS BREVE.mp3
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contrición:
Y tu ¡Oh Virgen María!, que has sido la primera en enseñarnos a seguir el camino de la Cruz, alcánzanos de la Santísima Trinidad, que se digne aceptar en reparación de tantas injurias que le son hechas, los afectos de dolor y de amor con que el Espíritu Vivificador se dignará favorecernos durante este santo ejercicio.
1) PRIMERA ESTACION: Jesús condenado a muerte.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos la sumisión admirable de Jesús cuando recibe tan injusta sentencia, y persuadámonos bien de que no fue solamente Pilatos quien lo condenó, sino todos los que estamos aquí presentes ahora, y todos los pecadores del Universo. Digámosle pues, penetrados del más vivo dolor.
¡Oh adorable Jesús!, puesto que son nuestros crímenes los que te han condenado a la muerte, has que los detestemos con todo nuestro corazón a fin de que nuestro arrepentimiento y nuestra sentencia, nos obtengan perdón y Misericordia.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
2) SEGUNDA ESTACION: Jesús es cargado con su Cruz.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos con cuánta resignación nuestro Divino Maestro, nuestro Modelo, recibe sobre sus hombros lacerados y sangrantes, el terrible instrumento de su suplicio. Es así como quiere enseñarnos a llevar nuestra cruz, aceptando con la más grande resignación los males que nos son enviados por el Cielo o que nos causa nuestro prójimo.
Oh dulce Jesús, no era a ti a quien tocaba llevar esa Cruz puesto que tú eras inocente, sino a nosotros, miserables pecadores, cargados de toda especie de iniquidades ¡danos pues, la fuerza de imitarte!, soportando sin murmurar los reveses y las desgracias de esta vida. Que con el orden admirable de tu Providencia Paternal, deben ser para nosotros, la ocasión de satisfacer tu Justicia y el medio de llegar a la Patria Celestial.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
3) TERCERA ESTACION: Jesús cae bajo el peso de la Cruz.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos a nuestro Señor Jesucristo en el camino del Calvario. La Sangre que ha derramado en la flagelación y en la coronación de espinas de tal manera lo ha debilitado, que cae bajo su pesada carga, y no se levanta sino después de los insultos más sangrientos, insultos que soporta sin mostrar ningún sentimiento de indignación. He aquí cómo ha querido expiar todas nuestras caídas, y enseñarnos a levantarnos por las austeridades de la penitencia, cuando hemos tenido la desgracia de caer en el abismo del pecado.
Oh buen Jesús, tiéndenos tu manto compasivo en medio de tantos peligros a que estamos expuestos.
Dígnate fortalecernos en nuestras necesidades, a fin de que después de haberte seguido valientemente en el camino del Calvario, podamos gustar los frutos deliciosos del árbol de Vida, y llegar a ser eternamente felices contigo.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
4) CUARTA ESTACION: Jesús encuentra a su Santísima Madre.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos lo doloroso que fue para este divino hijo, ver en circunstancias tan crueles a esa Madre tan amada, y para María ver a su amadísimo hijo arrastrado inhumanamente por una turba de malvados; en medio de una muchedumbre que lo insulta, que lo llena de injurias, entregado a todas las angustias. Ella hubiera querido liberar a nuestro Salvador y arrancarlo de las manos de sus verdugos, pero sabe que es preciso que nuestra salvación sea conseguida así.
Uniendo pues el sacrificio de su amor al de su hijo, comparte todos sus sufrimientos, y se une a El hasta el último suspiro.
Oh María, Madre de dolor, alcánzanos para tu divino hijo este amor ardiente, con el cual tú lo acompañaste a la montaña santa, y esta firmeza de la que diste muestras al pie de la Cruz, a fin que permanezcamos ahí constantemente contigo, y que nada pueda separarnos de ella.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
5) QUINTA ESTACION: Simón Cirineo ayuda a Jesús a llevar su Cruz.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos la grande bondad de Jesús hacia nosotros. Si él permite que se le ayude a levar su Cruz no es por falta de fuerzas, siendo El quien sostiene el Universo, pero quiere enseñarnos a que unamos nuestros sufrimientos a los suyos y a compartir con El su cáliz de amargura.
Oh Jesús, Maestro nuestro, tu has bebido lo más amargo y nos has dejado la parte más pequeña. No permitas que rechazándola vengamos a ser nuestros propios enemigos. Has, por el contrario, que la aceptemos de buena gana a fin de hacernos dignos de participar, de los torrentes de delicias con los que embriagas a tus elegidos en el Cielo.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
6) SEXTA ESTACION: La Verónica enjuga el Rostro de nuestro Señor Jesucristo.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos la acción heroica de esta Santa mujer, que se adelanta entre la multitud de los soldados para ver a su Divino Maestro. Ella lo apercibe cubierto de escupitajos, y de polvo, de sudor y de Sangre. Tal espectáculo enternece su alma hasta el llanto, y haciendo su amor que olvide todo temor, se aproxima a Jesús, enjuga su rostro desfigurado. Este augusto Rostro que extasía a los Santos, y delante del cual los Ángeles se cubren con sus alas no pudiendo resistir su brillo.
Oh Jesús, el más bello de los hijos de los hombres ¡a qué estado te ha reducido tu amor por nosotros! No, nunca jamás has sido tu tan digno de nuestras adoraciones y de nuestros homenajes. Nosotros, pues, te adoramos y postrados ante tu Divina Majestad, te suplicamos que olvides todas nuestras ofensas, y que devuelvas a nuestra alma su antigua belleza que ha perdido por el pecado.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
7) SEPTIMA ESTACION: Jesús cae en tierra por segunda vez.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos al hombre Dios sucumbiendo otra vez, contemplemos esta Santa Víctima caída en tierra bajo el peso horrible del madero de su Sacrificio, expuesto de nuevo a la crueldad de los soldados y de los asesinos.
Es también para darnos pruebas de su amor infinito, que permite a nuestro Señor Jesucristo esta segunda caída; El quiere también mostrarnos por ella que aunque recaigamos frecuentemente en el pecado, no debemos jamás perder la confianza, sino esperar todo de su Misericordia, y que en medio de las más grandes aflicciones no debemos dejarnos llevar por el desaliento; que el camino del Cielo está sembrado de espinas y que para ser glorificados, es preciso pasar antes por el crisol de los sufrimientos.
Oh Jesús, fuerza nuestra ¡presérvanos de toda caída!, y si caemos, ayúdanos a levantarnos, por frecuentes que sean nuestras caídas. No permitas que perdiendo la confianza en tu Misericordia, hagamos inútiles las fatigas y las penas que tú has soportado para librarnos de la muerte eterna.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
8) OCTAVA ESTACION: El encuentro de Jesús con las hijas de Jerusalén.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos aquí la generosidad incomparable de Jesucristo. El se olvida de sus propios sufrimientos pensando en los que tendrá que sufrir su pueblo a causa de sus pecados. Es así que dice a las mujeres que lo siguen: “hijas de Jerusalén, no lloréis por mi, sino más bien por vosotras y por vuestros hijos, pues si con el árbol verde se hace esto ¿Qué será con el seco?”
Consideremos cuál no será el tremendo castigo que tiene reservado Dios al pecado, que es más digno de llanto, que la Pasión d su Divino Hijo.
Oh amable Jesús, dígnate mirarnos con ojos de ternura y de Misericordia. Haznos la Gracia de acompañarte en el camino de la Cruz, como las hijas de Jerusalén te acompañaron, y haznos oír como a ellas, continuamente, tu tremenda advertencia para que ella nos aparte del pecado.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
9) NOVENA ESTACION: Jesús cae por tercera vez.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos al adorable Jesús ya en la cima del Calvario; dirige su mirada sobre el lugar en que pronto va a ser Crucificado, pero aún le preocupan, en ese momento, nuestras caídas sin fin, y la inutilidad de su Sangre para muchos pecadores. Este pensamiento Cruel lo consterna y aflige su tierno corazón más que todos los suplicios que debe aún sufrir. El llena su alma de mortal tristeza. En tan cruel abatimiento le faltan las fuerzas, como en su agonía en el Huerto y cae por tercera vez hasta dar con su divino rostro en tierra.
¡Oh Jesús, víctima de amor! He aquí pues, que Tú vas a ser inmolado por la salvación de las almas. Dígnate aplicarnos los méritos de tu Sacrificio en el tiempo, a fin de que podamos ofrecerte nuestras alabanzas durante toda la eternidad.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
10) DECIMA ESTACION: Jesús es despojado de sus vestiduras.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideramos cuán grande fue el dolor de Jesucristo cuando sus verdugos le arrancaron sus vestiduras. Todas las llagas que tenía y que habían adherido su túnica a su carne sangrante, se abrieron en este momento para hacerlo sufrir otra vez todos los tormentos de la flagelación.
Pero lo que fue para El aún más sensible, fue verse expuesto desnudo a la vista de sus enemigos y de la inmensa multitud de espectadores.
¡Oh Jesús, Cordero divino! Bien sé por qué permitiste tan brutal atropello. Para darme ejemplo de honestidad y satisfacer la Justicia airada de tu Padre celestial, por mis deshonestidades; y permitiste también que antes de morir te despojaron de lo único que tenías, para darme ejemplo de pobreza, para enseñarme el despego que suelo tener de las cosas mundanas. Dame tu divina Gracia para que siguiendo el ejemplo que Tú aquí me das, alcance las virtudes de la pobreza de espíritu y de la castidad.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
11) UNDECIMA ESTACION: Jesús es clavado en la Cruz.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos a Jesucristo ofreciéndose a sus verdugos para ser Crucificado, y extendiéndose El mismo sobre el árbol de la Cruz.
¡Qué tormento no debía sufrir mientras los martillazos hundían los clavos en sus pies y en sus manos! Su carne se desgarra, sus huesos se dislocan, sus nervios se rompen, sus venas se revientan, la Sangre brota a borbotones y agota sus fuerzas y añade a tan horribles suplicios, el de la sed más ardiente.
¡Oh pecado! ¡Pecado maldito! Eres tú quien fue la causa de este mar de dolores en el que contemplamos la Víctima de nuestra Salvación. ¡Ah cristiano! ¡Qué exceso de amor! ¡Qué inmensa caridad! ¡Qué a esta vista nuestros corazones se desgarren y se abrasen! ¡Que renuncien a todo afecto desordenado a los placeres de la tierra! ¡Cómo no estamos sin cesar crucificados con Jesús! ¡Cómo nuestros ojos no vierten noche y diez torrentes de lágrimas!
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
12) DECIMO SEGUNDA ESTACION: Jesús muere en la Cruz.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos ahora a Jesús, el Dios de toda Santidad, expirando entre dos malhechores y admiremos la dulzura y la fuerza de su amor. Pide a su Padre perdón por los verdugos; promete su Gloria al Buen Ladrón; recomienda su Madre al discípulo amado; pone su alma en las manos de su Padre; anuncia que todo está consumado y expira por nosotros.
En el mismo instante todas las criaturas se unen para publicar su divinidad. La naturaleza entera se entristece y parece querer anonadarse al ver expirar a su Creador.
¡Oh pecadores! ¡Sólo nosotros permanecemos insensibles a este espectáculo tan conmovedor! Dirijamos una sola mirada a nuestro Salvador. Veamos el estado tan espantoso al que nuestros crímenes lo han reducido. Él nos perdona sin embargo, si nuestro arrepentimiento es sincero, Él tiene sus pies clavados para esperarnos; sus brazos extendidos para recibirnos; Su costado abierto y su Corazón herido para esparcir sobre nosotros todas sus Gracias; su cabeza inclinada para darnos el beso de paz y de reconciliación. Corramos pues, todos corramos a su Cruz y si es preciso, muramos por Él, puesto que él murió por nosotros.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
13) DECIMO TERCERA ESTACION: Jesús es descendido de la Cruz y entregado a su Madre.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Consideremos el dolor extremo de esta tierna Madre, después de la muerte de Jesús, su divino Hijo. Ella recibe en sus brazos este depósito Sagrado, contempla su rostro pálido, sangrante y desfigurado; ve sus ojos apagados, su boca cerrada, su costado abierto, sus manos y sus pies perforados. Esta vista es para ella un martirio inefable del que únicamente Dios puede conocer el precio.
¡Oh María! Somos nosotros la causa de tu aflicción y son nuestros pecados los que han traspasado tu alma clavando a Jesús en la Cruz.
A cambio de este mal tan grande que te hemos hecho, dígnate ¡Oh madre de misericordia! obtener nuestro perdón y permítenos adorar en tus brazos a tu Amor Crucificado; e imprime en nuestras almas los dolores que sufriste al pie de la Cruz, de tal modo que nunca perdamos el recuerdo de ellos.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
14) DECIMO CUARTA ESTACION: Jesús es puesto en el sepulcro.
V.- ¡Adorámoste Cristo y te bendecimos!
R.- Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
He aquí, Jesús, ¡nuestro amado Redentor! donde descansa tu Cuerpo adorable, prenda preciosa de nuestra salvación. Has que al menos siempre tengamos presentes los suplicios y la muerte ignominiosa que Tú has soportado para salvarnos, y que nunca olvidemos que Tú has querido ser colocado en un sepulcro nuevo para hacernos conocer que es con un nuevo corazón como debemos aproximarnos a tu Sacramento de Amor. Dígnate purificarnos de todas nuestras manchas para hacernos menos indignos de acercarnos a tu Sagrado Banquete.
Entierra como en una tumba todas nuestras iniquidades y todas nuestras concupiscencias a fin de que muriendo a nuestras pasiones y a todas las cosas de aquí abajo, para llevar contigo una vida oculta en Dios, merezcamos tener un fin feliz y contemplarte cara a cara, en los esplendores de tu Gloria.
Señor pequé ¡ten Misericordia de mí!
Pecamos Señor y nos pesa ¡ten Misericordia de nosotros!
Bendita y alabada sea la Sagrada Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y angustias de su purísima Madre, concebida sin mancha de pecado original. Amén.
PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
V.- Ruega por nosotros Virgen de los Dolores.
R.-Y haznos dignos de las promesas de Jesucristo.
V.- Roguemos por nuestro Soberano Pontífice.
R.- El Señor lo conserve, le dé vida, le haga feliz en la tierra y no le entregue en manos de sus enemigos.
V.- Roguemos por los fieles difuntos. Dales Señor el Descanso Eterno.
R.-Y luzca para ellos La luz perpetua.
Dígnate Señor, arrojar una mirada sobre esta familia por la cual nuestro Señor Jesucristo no ha dudado entregarse en manos de los malvados y sufrir el suplicio de la Cruz.
Señor Jesús, Hijo de Dios Vivo, que a la hora sexta has sido clavado en la Cruz para la Redención del mundo y has derramado tu Sangre preciosa por la remisión de nuestros pecados, te suplicamos que escuches tras humildes Oraciones y que después de nuestra muerte, seamos admitidos en la Gloria Eterna.
Pedimos tu divina clemencia, Señor Jesús, ahora y en la hora de nuestra muerte, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre tuya y Madre nuestra, cuyo corazón fue traspasado por una espada de dolor en el momento de tu Pasión.
¡Oh Dios! Que no queréis la muerte del pecador sino que se convierta y se salve. Pedimos a tu Misericordia por la intercesión de la siempre Bienaventurada Virgen María y de todos los Santos, que concedas el eterno descanso a nuestros padres, hermanos, amigos y bienhechores difuntos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
(3 veces).
Jesús lleno de Misericordia. Da a las almas de los fieles difuntos, el descanso eterno.
Que nuestro Señor Jesucristo, que ha sido flagelado, que ha llevado su Cruz y que ha sido Crucificado por nosotros, nos bendiga. Así sea.
V.- ¡Bendita sea la Hora en que nuestro Señor Jesucristo instituyó la Sagrada Eucaristía!
R - ¡Bendita sea!
Sea eternamente bendito y alabado el Santísimo Sacramento del Altar y la Inmaculada Concepción de nuestra Señora la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original, desde el primer instante de su ser, para ser Madre de Dios, Señora y abogado nuestra. Amén.
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Señor mío y Dios mío, bajo la mirada amorosa de nuestra Madre, nos disponemos a acompañarte por el camino de dolor, que fue el precio de nuestro rescate. Queremos sufrir todo lo que tú sufriste, ofrecerte nuestro pobre corazón, contrito, porque eres inocente y vas a morir por nosotros, que somos los únicos culpables.
Madre mía, Virgen dolorosa, ayúdame a revivir aquellas horas amargas que tu Hijo quiso pasar en la tierra, para que nosotros, hechos de un puñado de lodo, viviésemos al fin en la libertad y gloria de los hijos de Dios. Amén.
1) PRIMERA ESTACION: CONDENAN A MUERTE A JESUS.
Han pasado ya las diez de la mañana, el proceso está llegando a su fin, no ha habido pruebas concluyentes. El juez sabe que sus enemigos se lo han entregado por envidia e intenta un recurso absurdo: la elección entre Barrabás, un malhechor acusado de robo con homicidio, y Jesús, que se dice Cristo. El pueblo elige a Barrabás.
Pilatos exclama:
-¿Qué he de hacer, pues, de Jesús?
Contestan todos: -¡Crucifícale!
El juez insiste: -Pero ¿qué mal ha hecho?
Y de nuevo responden a gritos: -¡Crucifícale!, ¡crucifícale!
Se asusta Pilatos ante el creciente tumulto. Manda entonces traer agua, y se lava las manos a la vista del pueblo, mientras dice:
-Inocente soy de la sangre de este justo; vosotros veréis.
Y después de haber hecho azotar a Jesús, lo entrega para que lo crucifiquen. Se hace el silencio en aquellas gargantas embravecidas y posesas. Como si Dios estuviese ya vencido.
Jesús está solo. Quedan lejanos aquellos días en que la palabra del Hombre-Dios ponía luz y esperanza en los corazones, aquellas largas procesiones de enfermos que eran curados, los clamores triunfales de Jerusalén cuando llegó el Señor montado en un manso pollino.
¡Si los hombres hubieran querido dar otro curso al amor de Dios! ¡Si tú y yo hubiésemos conocido el día del Señor!
2) SEGUNDA ESTACION: JESUS CARGA CON LA CRUZ.
Fuera de la ciudad, al noroeste de Jerusalén, hay un pequeño collado: Gólgota se llama en arameo; locus Calvariae, en latín: lugar de las Calaveras o Calvario.
Jesús se entrega inerme a la ejecución de la condena. No se le ha de ahorrar nada, y cae sobre sus hombros el peso de la cruz infamante. Pero la Cruz será, por obra de amor, el trono de su realeza.
Las gentes de Jerusalén y los forasteros venidos para la Pascua se agolpan por las calles de la ciudad, para ver pasar a Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. Hay un tumulto de voces; y a intervalos, cortos silencios: tal vez cuando Cristo fija los ojos en alguien:
-Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz de cada día y sígame.
¡Con qué amor se abraza Jesús al leño que ha de darle muerte!
¿No es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos o morales?
Es verdaderamente suave y amable la Cruz de Jesús. Ahí no cuentan las penas; sólo la alegría de saberse corredentores con Él.
3) TERCERA ESTACION: CAE JESUS POR PRIMERA VEZ.
La Cruz hiende, destroza con su peso los hombros del Señor.
La turbamulta ha ido agigantándose. Los legionarios apenas pueden contener la encrespada, enfurecida muchedumbre que, como río fuera de cauce, afluye por las callejuelas de Jerusalén.
El cuerpo extenuado de Jesús se tambalea ya bajo la Cruz enorme. De su Corazón amorosísimo llega apenas un aliento de vida a sus miembros llagados.
A derecha e izquierda, el Señor ve esa multitud que anda como ovejas sin pastor. Podría llamarlos uno a uno, por sus nombres, por nuestros nombres. Ahí están los que se alimentaron en la multiplicación de los panes y de los peces, los que fueron curados de sus dolencias, los que adoctrinó junto al lago y en la montaña y en los pórticos del Templo.
Un dolor agudo penetra en el alma de Jesús, y el Señor se desploma extenuado.
Tú y yo no podemos decir nada: ahora ya sabemos por qué pesa tanto la Cruz de Jesús. Y lloramos nuestras miserias y también la ingratitud tremenda del corazón humano. Del fondo del alma nace un acto de contrición verdadera, que nos saca de la postración del pecado. Jesús ha caído para que nosotros nos levantemos: una vez y siempre.
4) CUARTA ESTACION: JESUS ENCUENTRA A MARIA, SU SANTISIMA MADRE.
Apenas se ha levantado Jesús de su primera caída, cuando encuentra a su Madre Santísima, junto al camino por donde Él pasa.
Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor. El alma de María queda anegada en amargura, en la amargura de Jesucristo.
¡Oh vosotros cuantos pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor!
Pero nadie se da cuenta, nadie se fija; sólo Jesús.
Se ha cumplido la profecía de Simeón: una espada traspasará tu alma.
En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad; un sí a la voluntad divina.
De la mano de María, tú y yo queremos también consolar a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre.
Sólo así gustaremos de la dulzura de la Cruz de Cristo, y la abrazaremos con la fuerza del amor, llevándola en triunfo por todos los caminos de la tierra.
5) QUINTA ESTACION: SIMON AYUDA A LLEVAR LA CRUZ DE JESUS.
Jesús está extenuado. Su paso se hace más y más torpe, y la soldadesca tiene prisa por acabar; de modo que, cuando salen de la ciudad por la puerta Judiciaria, requieren a un hombre que venía de una granja, llamado Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y le fuerzan a que lleve la cruz de Jesús.
En el conjunto de la Pasión, es bien poca cosa lo que supone esta ayuda. Pero a Jesús le basta una sonrisa, una palabra, un gesto, un poco de amor para derramar copiosamente su Gracia sobre el alma del amigo. Años más tarde, los hijos de Simón, ya cristianos, serán conocidos y estimados entre sus hermanos en la fe. Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz.
Me presenté a los que no preguntaban por mí, me hallaron los que no me buscaban.
A veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso más oscura, el corazón mostrara repugnancia... no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz!
6) SEXTA ESTACION: UNA PIADOSA MUJER ENJUGA EL ROSTRO DE JESUS.
No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga las miradas, ni belleza que agrade. Despreciado, desecho de los hombres, varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos, ante quien se vuelve el rostro, menospreciado, estimado en nada.
Y es el Hijo de Dios que pasa, loco... ¡loco de Amor!
Una mujer, Verónica de nombre, se abre paso entre la muchedumbre, llevando un lienzo blanco plegado, con el que limpia piadosamente el rostro de Jesús. El Señor deja grabada su Santa Faz en las tres partes de ese velo.
El rostro bienamado de Jesús, que había sonreído a los niños y se transfiguró de gloria en el Tabor, está ahora como oculto por el dolor.
Pero este dolor es nuestra purificación; ese sudor y esa sangre que empañan y desdibujan sus facciones, nuestra limpieza.
Señor, que yo me decida a arrancar, mediante la penitencia, la triste careta que me he forjado con mis miserias... Entonces, sólo entonces, por el camino de la contemplación y de la expiación, mi vida irá copiando fielmente los rasgos de tu vida. Nos iremos pareciendo más y más a Ti.
Seremos otros Cristos, el mismo Cristo, ipse Christus.
7) SEPTIMA ESTACION: CAE JESUS POR SEGUNDA VEZ.
Ya fuera de la muralla, el cuerpo de Jesús vuelve a abatirse a causa de la flaqueza, cayendo por segunda vez, entre el griterío de la muchedumbre y los empellones de los soldados.
La debilidad del cuerpo y la amargura del alma han hecho que Jesús caiga de nuevo. Todos los pecados de los hombres -los míos también- pesan sobre su Humanidad Santísima.
Fue él quien tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado. Fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra salvación pesó sobre él, y en sus llagas hemos sido curados.
Desfallece Jesús, pero su caída nos levanta, su muerte nos resucita.
A nuestra reincidencia en el mal, responde Jesús con su insistencia en redimirnos, con abundancia de perdón. Y, para que nadie desespere, vuelve a alzarse fatigosamente abrazado a la Cruz.
Que los tropiezos y derrotas no nos aparten ya más de Él. Como el niño débil se arroja compungido en los brazos recios de su padre, tú y yo nos asiremos al yugo de Jesús. Sólo esa contrición y esa humildad transformarán nuestra flaqueza humana en fortaleza divina.
8) OCTAVA ESTACION: JESUS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALEN.
Entre las gentes que contemplan el paso del Señor, hay unas cuantas mujeres que no pueden contener su compasión y prorrumpen en lágrimas, recordando acaso aquellas jornadas gloriosas de Jesucristo, cuando todos exclamaban maravillados: bene omnia fecit, todo lo ha hecho bien.
Pero el Señor quiere enderezar ese llanto hacia un motivo más sobrenatural, y las invita a llorar por los pecados, que son la causa de la Pasión y que atraerán el rigor de la justicia divina:
-Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos... Pues si al árbol verde le tratan de esta manera, ¿en el seco qué se hará?
Tus pecados, los míos, los de todos los hombres, se ponen en pie. Todo el mal que hemos hecho y el bien que hemos dejado de hacer. El panorama desolador de los delitos e infamias sin cuento, que habríamos cometido, si Él, Jesús, no nos hubiera confortado con la luz de su mirada amabilísima.
¡Qué poco es una vida para reparar!
9) NOVENA ESTACION: JESUS CAE POR TERCERA VEZ.
El Señor cae por tercera vez, en la ladera del Calvario, cuando quedan sólo cuarenta o cincuenta pasos para llegar a la cumbre. Jesús no se sostiene en pie: le faltan las fuerzas, y yace agotado en tierra.
Se entregó porque quiso; maltratado, no abrió boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores.
Todos contra Él: los de la ciudad y los extranjeros, y los fariseos y los soldados y los príncipes de los sacerdotes... Todos verdugos. Su Madre -mi Madre-, María, llora.
¡Jesús cumple la voluntad de su Padre! Pobre: desnudo. Generoso: ¿qué le falta por entregar? Dilexit me, et tradidit semetipsum pro me, me amó y se entregó hasta la muerte por mí.
¡Dios mío!, que odie el pecado, y me una a Ti, abrazándome a la Santa Cruz, para cumplir a mi vez tu Voluntad amabilísima..., desnudo de todo afecto terreno, sin más miras que tu gloria..., generosamente, no reservándome nada, ofreciéndome contigo en perfecto holocausto.
10) DECIMA ESTACION: DESPOJAN A JESUS DE SUS VESTIDURAS.
Al llegar el Señor al Calvario, le dan a beber un poco de vino mezclado con hiel, como un narcótico, que disminuya en algo el dolor de la crucifixión. Pero Jesús, habiéndolo gustado para agradecer ese piadoso servicio, no ha querido beberlo. Se entrega a la muerte con la plena libertad del Amor.
Luego, los soldados despojan a Cristo de sus vestidos.
Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en él nada sano. Heridas, hinchazones, llagas podridas, ni curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.
Los verdugos toman sus vestidos y los dividen en cuatro partes. Pero la túnica es sin costura, por lo que dicen:
-No la dividamos; mas echemos suertes para ver de quién será.
De este modo se ha vuelto a cumplir la Escritura: partieron entre sí mis vestidos y sortearon mi túnica.
Es el expolio, el despojo, la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero.
Para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra.
11) DECIMOPRIMERA ESTACION: JESUS ES CLAVADO EN LA CRUZ.
Ahora crucifican al Señor, y junto a Él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Entretanto Jesús dice:
-Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.
Es el Amor lo que ha llevado a Jesús al Calvario. Y ya en la Cruz, todos sus gestos y todas sus palabras son de amor, de amor sereno y fuerte.
Con ademán de Sacerdote Eterno, sin padre ni madre, sin genealogía, abre sus brazos a la humanidad entera.
Junto a los martillazos que enclavan a Jesús, resuenan las palabras proféticas de la Escritura Santa: han taladrado mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos, y ellos me miran y contemplan.
-¡Pueblo mío! ¿Qué te hice o en qué te he contristado? ¡Respóndeme!
Y nosotros, rota el alma de dolor, decimos sinceramente a Jesús: soy tuyo, y me entrego a Ti, y me clavo en la Cruz gustosamente, siendo en las encrucijadas del mundo un alma entregada a Ti, a tu gloria, a la Redención, a la corredención de la humanidad entera.
12) DECIMOSEGUNDA ESTACION: MUERTE DE JESUS EN LA CRUZ.
En la parte alta de la Cruz está escrita la causa de la condena: Jesús Nazareno Rey de los judíos. Y todos los que pasan por allí, le injurian y se mofan de Él.
-Si es el rey de Israel, baje ahora de la cruz.
Uno de los ladrones sale en su defensa:
-Este ningún mal ha hecho...
Luego dirige a Jesús una petición humilde, llena de fe:
-Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
-En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso.
Junto a la Cruz está su Madre, María, con otras santas mujeres. Jesús la mira, y mira después al discípulo que Él ama, y dice a su Madre:
-Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego dice al discípulo:
-Ahí tienes a tu madre.
Se apaga la luminaria del Cielo, y la Tierra queda sumida en tinieblas. Son cerca de las tres, cuando Jesús exclama:
-Elí, Elí, lamma sabachtani?! Esto es: Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Después, sabiendo que todas las cosas están a punto de ser consumadas, para que se cumpla la Escritura, dice:
-Tengo sed.
Los soldados empapan en vinagre una esponja, y poniéndola en una caña de hisopo se la acercan a la boca. Jesús sorbe el vinagre, y exclama:
-Todo está cumplido.
El velo del templo se rasga, y tiembla la tierra, cuando clama el Señor con una gran voz:
-Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Y expira.
Ama el sacrificio, que es fuente de vida interior. Ama la Cruz, que es altar del sacrificio. Ama el dolor, hasta beber, como Cristo, las heces del cáliz.
13) DECIMOTERCERA ESTACION: DESCLAVAN A JESUS Y LO ENTREGAN A SU MADRE.
Anegada en dolor, está María junto a la Cruz. Y Juan, con Ella. Pero se hace tarde, y los judíos instan para que se quite al Señor de allí.
Después de haber obtenido de Pilatos el permiso que la ley romana exige para sepultar a los condenados, llega al Calvario un senador llamado José, varón virtuoso y justo, oriundo de Arimatea. Él no ha consentido en la condena, ni en lo que los otros han ejecutado. Al contrario, es de los que esperan en el reino de Dios. Con él viene también Nicodemo, aquel mismo que en otra ocasión había ido de noche a encontrar a Jesús, y trae consigo una confección de mirra y áloe, cosa de cien libras.
Ellos no eran conocidos públicamente como discípulos del Maestro; no se habían hallado en los grandes milagros, ni le acompañaron en su entrada triunfal en Jerusalén. Ahora, en el momento malo, cuando los demás han huido, no temen dar la cara por su Señor.
Entre los dos toman el cuerpo de Jesús y lo dejan en brazos de su Santísima Madre. Se renueva el dolor de María.
-¿A dónde se fue tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿A dónde se marchó el que tú quieres, y le buscaremos contigo?
La Virgen Santísima es nuestra Madre, y no queremos ni podemos dejarla sola.
14) DECIMOCUARTA ESTACION: DAN SEPULTURA AL CUERPO DE JESUS.
Muy cerca del Calvario, en un huerto, José de Arimatea se había hecho labrar en la peña un sepulcro nuevo. Y por ser la víspera de la gran Pascua de los judíos, ponen a Jesús allí. Luego, José, arrimando una gran piedra, cierra la puerta del sepulcro y se va.
Sin nada vino Jesús al mundo, y sin nada -ni siquiera el lugar donde reposa- se nos ha ido.
La Madre del Señor -mi Madre- y las mujeres que han seguido al Maestro desde Galilea, después de observar todo atentamente, se marchan también. Cae la noche.
Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado.
¡Empti enim estis pretio magno! tú y yo hemos sido comprados a gran precio.
Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas.
Dar la vida por los demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con Él.
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ACTO DE CONTRICION:
Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido.
Pésame por el Infierno que merecí y por el Cielo que perdí; pero mucho mas me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como tú; antes querría haber muerto que haberle ofendido, y propongo firmemente ayudado por tu Divina Gracia, no pecar mas y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amen
I. ESTACIÓN. Jesús condenado a muerte.
¡Jesús mío, condenado en vez de mí: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
II. ESTACIÓN. Jesús cargado con la Cruz.
¡Jesús mío, cargado con mis pecados para descargarme de ellos: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
III. ESTACIÓN. Primera caída del Señor. ¡Jesús mío, sucumbiendo bajo el peso de mis pecados para expiarlos: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
IV. ESTACIÓN. Jesús encuentra a su Santísima Madre.
¡Jesús mío, encontrando a vuestra angustiada Madre: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
V. ESTACIÓN. El Cirineo ayuda a Jesús.
¡Jesús mío, invitándome a participar de vuestra Cruz: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
VI. ESTACIÓN. La Verónica enjuga el rostro del Señor.
¡Jesús mío, con el rostro manchado de inmundas salivas para expiar mi orgullo: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
VII. ESTACIÓN. Jesús cae por segunda vez.
¡Jesús mío, sucumbiendo otra vez para enseñarme a levantar después de las caídas: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
VIII. ESTACIÓN. Jesús habla a las mujeres.
¡Jesús mío, consolando a las mujeres de Israel, que, llorando, os seguían: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
IX. ESTACIÓN. El Señor cae por tercera vez.
¡Jesús mío, sucumbiendo de nuevo al pensar en mis ingratitudes: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
X. ESTACIÓN. Desnudan al Señor.
¡Jesús mío, despojado de vuestras vestiduras para expiar mis sensualidades: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
XI. ESTACIÓN. Jesús clavado en la Cruz.
¡Jesús mío, clavado en la Cruz para expiar mis malas acciones: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
XII. ESTACIÓN. Muere Jesús en la Cruz.
¡Jesús mío muerto en la Cruz para abrirme el Paraíso: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
XIII. ESTACIÓN. Colocan a Jesús en los brazos de su Madre.
¡Jesús mío, depuesto en los brazos de vuestra afligida Madre: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
XIV. ESTACIÓN. El Señor es sepultado.
¡Jesús mío, encerrado entonces en el sepulcro y ahora en el Tabernáculo: misericordia!
Padrenuestro, Avemaría.
Dígnate, Señor, mirar por esta tu familia, por la cual nuestro Señor Jesucristo no vaciló ser entregado en manos de los malvados y sufrir el suplicio de la Cruz. Por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
SL15-VIA CRUCIS MUY CORTO.pdf
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(Ejemplos de la 1a, 2da y 3a Estación)
ORACIONES INICIALES:
ACTO DE CONTRICION:
Señor mío Jesucristo.........
Padre Nuestro – Ave María - Gloria
Al terminar.....
Dígnate, Señor, mirar por esta tu familia, por la cual nuestro Señor Jesucristo no vaciló ser entregado en manos de los malvados y sufrir el suplicio de la Cruz. Por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
(Terminar rezando un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por las intenciones del Sumo Pontífice, y para ganar la Indulgencia Plenaria, si se cuenta con las dispociciones necesarias).
PDF:
SL15-EL VIA CRUCIS CON IMAGENES.pdf
Power Point:
SL15-EL VIA CRUCIS CON IMAGENES.ppt
SL15-DIARIO DE LA DIVINA MISERICORDIA (Santa Faustina).pdf
SL15-LA AMARGA PASION DE CRISTO (Ana catalina Emmerich).pdf
LAS HORAS DE LA PASION (Luisa Piccarreta).pdf
LAS HORAS DE LA PASION (Luisa Piccarreta).doc
Y AQUI PUEDES DESCARGAR LAS 24 HORAS DE LA PASION (Luisa Picarreta)
6 comentarios:
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Keep doing!
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GRacias por estas ayudas espirituales tan necesarias en este mundo. Dios los bendiga y la Virgen les cubra con su Santo Mant.
Para la Gloria de Dios, Hna. Maira
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Por la Salud y Liberación económica en el hogar de los Esposos Peña Lesmes
Señor Jesús gracias por todas tus bendiciones que día a día me das igualmente a mi familia... Gracias Señor Jesús gracias.
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